dios Regálame Lumbre
dios regálame Lumbre, que hoy mi boca despierta entre cenizas, ardor amargo de licor y sabor de un beso de carretera vieja que deseca los caminos pronunciados por mi lengua, hazme el favor y no el milagro con algún trocito de infierno o cualquier alma encendida que encuentres divagando entre el bolsillo; para perderme en esta combustión insana de morir e intentar pecar en el intento, mientras pasan nombres abrasivos y pellejos tan solo fríos, tristes agujeros de conejo, penetraciones que distraen su ritmo con el sonido del reloj y las canciones aleatorias que suplantaron los gemidos, para despertar convertidos en mitos sentados al borde de la cama, en la cornisa del edificio o silenciosamente en aquel lugar del parque donde trascurren romances y apetitos de paloma, dios regálame Lumbre que ya he comprado amor, piedad y ceniceros.
Ludwig Snider Suarez Acevedo
Desaparecí
Me hice cruel y sincero como las calles que reciben a los suicidas, bañe mi rostro con el polvo de las edificaciones y tatué toda letra de rebaja y remate en la memoria. Escaleras que conducían al sótano de las factorías tenían la misma oscuridad de mi sonrisa en primavera, como un mueble que espera la llegada de la muerte guardé silencio al fondo de la sala, apareció entre tanto un matiz de calurosas bombillas que solo alimentaba deseos sintéticos de flor y demás incertidumbres.
Ludwig Snider Suarez Acevedo
Vida
Toda semilla conspira de una manera extraña y peligrosa
No vale una orgia en las que estés triste, no. Una canción tarareada sin nostalgia es apenas una oración que se pide limosna. Pronunciar con facilidad el amor y tener habilidades para vender verdura es lo mismo, nada se cultiva. Enterrar la semilla sin luto y arrancar el fruto sin haberle podido saborear por el tremendo regusto de la avaricia es tan solo horadar el tiempo, pellizcar el pan hasta que este podrido. Pasar los días en desgana y reemplazar los latidos de un corazón excitado por el sonido de las monedas se lo dejo a quien tenga vocación para ser cajero bancario.
Me niego a existir como pasa bocas de tirano, al vacio de la felicidad con crédito hipotecario y a los manuales de poesía contemporánea que ya me habrán quebrado. Aquí nace, ante el esplendor de la ironía, concepto devaneado en el tragicómico escenario y parafraseado desde entonces, tristes y alegres rosas caen sobre la cebra, esta embotellado el camino.
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