RAYUELA PERTENECE A LA RED DE ESCRITURA CREATIVA RELATA

RAYUELA PREMIO NACIONAL DE TERTULIAS BICENTERARIO 2010 FUNDALECTURA Y MINCULTURA

Correo de contacto: relatapamplona@yahoo.es

SOMOS PARTE DE

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TALLER DE ESCRITURA CON MILCIADES AREVALO

¡OYE, TÚ!, ¿CÓMO TE LLAMAS TÚ?
Milcíades Arévalo

Me arrimé al muelle a esperar la chalupa. Deseaba llegar pronto a la orilla del mar, que estaba a cientos de kilómetros de distancia y todavía más lejos.
    A esa hora del día el río parecía de vidrio bajo la resolana ardiente... Por un momento pensé que de no embarcarme pronto el calor me iba a derretir, pero al ver a una muchacha caminando para donde yo estaba bajo una sombrilla de colores, vestida con unos pollerines escandalosamente rojos, me olvidé de las ingratitudes del lugar y le di gracias a la vida de no ser otro ciego entre los ciegos. Más que una muchacha parecía una flor en el mes del más alto verano.
     La muchacha se detuvo a mi lado y comenzó a morder un mango, mirando de soslayo hacia el desembarcadero, dos tablas puestas ahí, a un lado de la ribera. La fragancia de la fruta dulcificaba las arremetidas del calor.
    –¡Oye tú!, ¿cómo te llamas tú? –me preguntó de repente.
    Aunque insistió no creí conveniente decirle mi nombre. En esa parte del país las muchachas querían saberlo todo desde niñas; después cualquier cosa podía ocurrir.
    –Tienes cara de no tener nombre –dijo con desdén.
    Eso me dolió, que se diera cuenta de mi desamparo. Herido en lo más profundo de mi orgullo le respondí:
    --¿Y tú, cómo te llamas? De pronto te pareces a algo...
    –Ana Magdalena.
    Seguramente no se llamaba así. Para unos viajeros ocasionales como nosotros cualquier nombre era bueno.
     Tan pronto abordamos la chalupa, un mocetón de ébano se paró en la proa con el bichero en ristre, dispuesto a enfrentarse con los bufeos, las serpientes y los caimanes que se nos atravesaran durante la navegación. El zumbido del motor fuera de borda nos impedía hablar como no fuera a gritos. Tal vez por eso me dediqué a contemplar el paisaje. Los ojos se me iban detrás de las bandadas de garzas, los loros chillones, las casitas de palma de la ribera.
     El timonel, un viejo lobo de río experto en esquivar los bancos de arena, los troncos podridos y cadáveres de cosas se puso a cantar La Piragua. Un pescado saltó del agua y me golpeó la cara. Como para que la oyeran en los linderos del paraíso, Ana Magdalena soltó una carcajada, escandalosa y feliz, y eso fue suficiente para que los todos pasajeros comenzaran a echar chistes y a decirse para dónde iban. Ana Magdalena iba para Ciénaga; tan pronto desembarcara tomaría el tren.
    –Yo también voy para esos lados –le dije. No creí conveniente decirle que vendía libros. En esos lugares del país era una aventura y casi un riesgo. En un pueblo me habían apedreado por culpa de unos versos de amor y en otro, un señor muy rico sólo compraba libros por metros, no para que los vecinos lo creyeran inteligente sino para tapar los huecos.
     Después de varias horas de navegación en las que no vi sino a un caimán bostezando de hambre, cinco tortugas filosofales en los esteros, una iguana prehistórica, pequeñas lanchas de cabotaje y pescadores y mujeres fumando tabacos con la candela dentro de la boca en las puertas de sus ranchos, desembarcamos en una estación de aluminio puesta ahí en señal de progreso. Sin embargo allí no había donde sentarnos, ni siquiera un ventorrillo donde me vendieran un pan. Llevaba varios días de viaje, durmiendo en hoteles baratos, espantando el hambre con mendrugos de cazabe, pero nadie tenía la culpa de mis desgracias.
     Tan pronto llegó el tren nos embarcamos para Ciénaga. Era tanta mi ansiedad de llegar a la orilla del mar que no creí que me fuera a alcanzar la vida para lograrlo. A todo momento me parecía ver el mismo paisaje por la ventanilla: caseríos sin importancia, un horizonte escaso en árboles, pastos secos, tierras áridas, animales sedientos y estaciones de aluminio en las que escasamente se veían unos cuantos guajiros, vendedores de comestibles y baratijas de contrabando.
    –¿En qué piensas? –le pregunté al verla tan ensimismada.
    Al día siguiente se iba a casar, me dijo. Sacó de su carterita la foto de un boxeador y se quedó mirándola. Su novio le había prometido una casa con muchos lujos, con canario incluido. No era necesario que me contara esas cosas. Sus asuntos sentimentales me importaban menos que cualquier cosa, ¿quién era yo para cambiar el destino de una muchacha? Uno más entre los mortales. Tenía los ojos azules para que aquellos que me vieran una sola vez dijeran “Por aquí también pasó”, para que en todos los puertos y ciudades recordaran mi rostro de agua y mis ojos de agua y mis pasos de agua sobre el lomo del agua que un día se llevó mi alma y la depositó en la gruta iluminada de sal donde habita el ánima de los ausentes. Durante mi viaje no había encontrado la felicidad pero sí innumerables libros, porque hasta las algas eran y las escamas de los peces también, el dorado de las mojarras, el blanco moco de las anémonas –siempre lo eran para mí–, un libro abierto.
     Después de la media noche llegamos a Ciénaga, un pueblo del litoral salitroso y bullanguero, y también un cruce de caminos. En todas las calles, casas y solares y aún bajo las matas de güineo se veían encapuchados, mujeres escandalosas, tahúres de todos los pelambres, marineros curtidos por el salitre, estibadores del puerto, dráculas tropicales, borrachos y hasta una negra de visos refulgentes de caderas esplendorosas que vendía besos a 50 pesos.
    –¿Cuánto dura el carnaval? –le pregunté.
    –Todo el tiempo que uno quiera –me respondió.
     El único hotel que encontramos para pasar la noche, parecía de mentiras. No era el mejor lugar, pero un muchacho de uñas verdes que dijo llamarse Adán, nos condujo por un largo corredor salitroso hasta una habitación tan pobre que daba pena. No tenía mosquitero ni tampoco ventilador; las sábanas olían a rancio, las lagartijas correteaban por todas partes, el techo estaba a punto de caerse; un Cristo sangrante colgaba detrás de la puerta, y lo peor de todo: el calor sofocante, el olor a orines, los mosquitos, las risas escandalosas en las habitaciones contiguas, el tintinear de las botellas. Si el lugar no era un burdel, es lo que parecía.
    Ana Magdalena me abrazó como un náufrago a una tabla de salvación y me besó. El mar no se oía por ninguna parte pero debía estar por ahí, perdido en la inmensidad de la noche. Una nube de mosquitos me chuzaba las nalgas, las lagartijas correteaban por el techo, el viento azotaba la ventana. Por entre las hendijas de las paredes, cientos de ojos nos observaban. Ana Magdalena era el mar, la luna, la ola, la espuma. Yo era la playa, el desierto, la arena... Cuando las olas se cansaron de morir en la playa, en alguna calle de Ciénaga alguien comenzó a tocar una gaita y me sentí triste.
    A la mañana siguiente mi vida comenzó a girar al revés: Ana Magdalena no estaba en la pieza. Se la pregunté al coime de uñas verdes, a la dueña del hotel, a las parejas que aún permanecían allí aletargadas por el alcohol. Nadie me dio razón. Salí a buscarla por las calles de Ciénaga. Fui a la Iglesia, a la alcaldía, la pregunté casa por casa, calle por calle, pensando que en cualquier momento volvería a encontrarla bajo su sombrilla de colores... En ese pueblo de cumbiamberos lo único que encontré fue un miserable canario enjaulado gritando que lo dejaran libre.
     Con la esperanza de verla de nuevo, me paré en una esquina por la que tenían que pasar todas las mujeres de Ciénaga. Pasaron ancianas huesudas, mujeres embarazadas, putas y hasta las niñas de la escuela con la sonrisa todavía dibujada en el rostro... Tal vez pasaron muchos años en pocas horas porque cuando me cansé de esperarla, las niñas de la escuela ya habían perdido la risa, las putas se habían vuelto santas, las mujeres embarazadas ya habían tenido muchos hijos y algunos de ellos ya habían muerto.
     Sé que la muerte vendrá a buscarme algún día de la misma manera que lo hizo Ana Magdalena, pero ojalá sepa mi nombre para que no tenga que preguntarme otra vez:
    –¡Oye, tú!, ¿cómo te llamas tú?

VISITA A PAMPLONA DEL ESCRITOR MILCIADES AREVALO


Milciades Arévalo

Periodista cultural, editor y librero de la Sociedad de la Imaginación. Ha publicado varios libros entre los que se destacan “El oficio de la Adoración” [1988], “Inventario de Invierno” [1995] y “Cenizas en la Ducha” [2001]. Ha publicado ensayos y entrevistas, y tiene varios libros inéditos. Es director de la revista “Puesto de Combate” desde su fundación en 1973.

Milcíades Arévalo parece un personaje de novela y en esencia lo es porque quienes aparecen en sus historias tienen tantos elementos de su vida que se está inmortalizando con sus propias obras. Este autor de Zipaquirá es de los que escarba, huele y se unta para escribir. Sus historias tienen tonos eróticos y recorren el cuerpo femenino con sus páginas al que considera la mayor maravilla del mundo.

Milcíades Arévalo ha estado en Puesto de combate los últimos 30 años, una revista literaria que tiene 65 números y que todavía no sabe como la imprime porque no tiene plata. Quiere dejar de producirla, pero para eso lo que más desea es llegar a la edición 69, un número bonito, para Arévalo, el mejor.

Este escritor no es formado en la universidad, su manera de aprender la determinó la lectura de sus libros de los que son su mayor tesoro, aunque los sigue prestando y por tanto los sigue perdiendo. Cuenta que de joven, de 20 años, recorría los estantes de una librería en Bogotá y de repente vio Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud.

“Ese título me enamoró y yo no tenía un peso en el bolsillo. Me acordé que en el Hospital San José de Bogotá pagaban 50 pesos por donar sangre; me fui para allá, doné la sangre y me dieron una Pony Malta, un huevo y los $50. De inmediato me devolví a la librería y conseguí un libro que me metió en este mundo”, explica Arévalo, que además fue marinero, trabajó en un banco y fue publicista.

Su obsesión es escribir bien y creer absolutamente en todas las personas que esperan una oportunidad. “Puesto de Combate nació para que quienes no tuvieran donde publicar encontraran un espacio. Es un medio pluralista y yo reviso todo lo que me llega porque creo en los escritores colombianos; si no fuera así no saldría la revista porque la hago con todo el amor que me inspiran las historias y los escritos que me llegan, sean buenos o malos”.

La casa de Milcíades queda en el barrio La Candelaria, en Bogotá. Es sencilla y abierta, como su vida, para todos sus amigos que incesantemente lo buscan. “Yo no tengo nada, sino mi casa, libros y una bicicleta. Y así vienen escritores a buscarme porque les rechazan sus obras o porque no tienen plata para publicar. Yo les digo que no se preocupen, que tengo la revista para que todos publiquen... Eso es lo que quiero, que no se afanen por la plata que de eso hay en toda parte”.

Motivar a la gente para que lea y, sobre todo, para que escriba es la misión que Milcíades se propuso. No busca más.

El erotismo lo descubrió con Arthur Miller y se dijo que así quería escribir y lo ha intentado toda la vida. Sus obras son Cenizas en la ducha, Inventario de invierno [cuentos para jóvenes] y El oficio de la adoración [publicado por Editorial UNAB].

Más que sangre, en las venas de Milcíades le corre poesía porque ese fue su refugio para vencer la pobreza vivida. Dice que más que escritor es un librero, no un comerciante de libros sino un conocedor de los mismos y que por eso en su vida entre más canas le salen más ganas le dan de seguir viviendo y seguir soñando, desde su puesto de combate.

milciadesarevalo@gmail.com


VISITA DE LA POETA LUCÍA ESTRADA A PAMPLONA

¿Cuáles fueron tus primeros contactos con la literatura y con la poesía, específicamente?
R // Comencé a leer desdemuy pequeña. Mis hermanos mayores tenían una hermosa inclinación por el arte y había buenos libros en casa, buena música, una atmósfera propicia para el encuentro con la literatura y la poesía. Wilde, Poe, Stevenson, Carroll, Maupassant y toda la literatura fantástica, creadora de mitologías y otras realidades. Yo estaba absorta en esa luz. En consecuencia, quise unirme a esas voces, hacer mis propias preguntas, crear mi propio aire y un tiempo infinito, abierto, secreto.
¿Cuáles fueron esas primeras influencias poéticas y esas primeras lecturas, qué recuerdas?
R // Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo fueron sin duda un cultivo de presencias y grandes hallazgos. Las imágenes, el gusto por la palabra que había en estos autores. El asombro, la paciencia con la que se contemplaba el mundo. La belleza, el silencio, la palabra que nos miraba a los ojos y preguntaba lo esencial, aquello por lo que hubiésemos dado la vida, el horizonte, el tiempo. Y estaba la tensión, esa virtud que tienen las palabras cuando uno recién las descubre. Ese hilo transparente que lo envolvía todo y lo hacía vibrar en el aire.
¿Cuándo llego a ti“la consciencia” de ser una poeta?
R // Esa “consciencia” es un fruto difícil. En el momento mismo en el que escribes una palabra tras otra por necesidad, sabes que la vida te ha cambiado. Sabes que no sabes y que por eso mismo tienes que seguir. Sabes que la palabra es el aire en el que te mueves, pero también un peso terrible, una honda responsabilidad. Cada día esa “consciencia” echa raíces más profundas, te conmueve más profundamente, te obliga a estar despierto, te interroga, te sacude. Y aun así, cuán lejos estamos de saber qué cosa es en verdad la poesía. Lo intuimos, pero nadie podría decir la última palabra.
¿Cuáles fueron tus primeras inquietudes poéticas, los primeros temas, las estéticas? ¿Cómo han cambiado o evolucionado a la actualidad?
R //Mis inquietudes han sido esencialmente las mismas desde el comienzo. No obstante han evolucionado, han ganado matices, señales, nuevas preguntas. He tratado, como lo exige Roberto Juarroz, de emprender un camino vertical, una búsqueda que se mueva en lo profundo, en las aguas del lenguaje y del silencio. No sé qué tanto haya logrado, pero la consigna es permanecer, no cerrar los ojos ni el oído. Pero claro, hay “temas” que yo abordé al principio y que quizá hoy hayan sido de algún modo superados. Y es porque para el poeta su entorno, sus circunstancias son definitivas aunque estas no se manifiesten de manera evidente en lo que escribe. El mundo cerrado de la infancia, el primer asombro, la primera urgencia de nombrar aquello que se ve, el mundo que nos rodea, su maravilla, su espanto. Todo está contenido en el pequeño bestiario de mi primer libro. Los insectos, las lecturas, la ausencia del amor sensual (lo que resulta contrario al común de las personas que se acercan por primera vez a la poesía), el miedo, las preguntas, las no respuestas, el sentirse vivir en un tiempo que no se corresponde con las texturas internas, con la corriente de las imágenes que nos asisten de manera desprevenida, inocente si se quiere.
¿Cómo se desarrolla la vida habitual de una mujer: la adolescencia, la adultez, el amor, el trabajo, cuando esa mujer es poeta? ¿Cómo “transversaliza” la poesía esa cotidianidad?
R // Es simple, en apariencia. Uno vive la vida de todos los días: ama, va al trabajo, se ocupa de las pequeñas cosas de siempre. Pero la poesía, sin duda, va dejando su huella en todo eso. Hay una manera distinta de afrontar el mundo, la realidad. Uno se da cuenta de que, acaso, las cosas sencillas se convierten en grandes retos, o, por el contrario, que la poesía nos reviste de una fortaleza mayor, capaz de asumir todos los riesgos.
¿Cuáles son los hallazgos, el sentido de la vida de un poeta?
R // Todo adquiere un sentido especial si se mira con los ojos limpios y exigentes de la poesía. Ninguna cosa carece de valor. El cielo es plenamente el cielo y siempre algo más. El aire, las personas que amamos, las palabras que pronunciamos se cargan de una realidad otra a la que respondemos según nuestra naturaleza íntima, según nuestros impulsos y nuestras búsquedas.
El símbolo, la noche, el silencio, la “palabra elusiva”, ¿cómo nos habla de esto tu obra?
R // La noche ha sido un símbolo poderoso desde siempre, lleno de pliegues y de largos pasadizos. Y uno está frente a ella, frente al silencio que se conjuga en ese no saber si el paso siguiente corresponde a un terreno firme, o si por el contrario nos depara un abismo. Tal vez, por esta razón, es la noche a la que los poetas y los artistas han invocado desde antiguo. Como la poesía, la noche es un estado del alma. No sabemos a dónde conduce, pero nos dejamos llevar y nos entregamos a sus oficios inciertos, terribles, pero también luminosos y llenos de correspondencias. Este es el sentido que yo encuentro en la noche, en su respiración constante, en su fuerza, en el diálogo secreto que nos propone y para el que afilamos las palabras, nuestras palabras, las de todos los días, las que tenemos miedo de pronunciar, las que tenemos miedo de callar. Pero también porque la noche nos une verdaderamente a lo que somos, a nuestra más íntima historia, a nuestro origen, al rostro que sólo se deja entrever cuando decimos esa “palabra elusiva” a la que te refieres, pero que no desdeña nada, que no vuelve la mirada y se arroja y tiembla y permanece.
Género
Meira del Mar, a principios del siglo pasado, escribió poesía escudada en un seudónimo. Era vergonzoso y censurable socialmente ser una poeta.Ha pasado casi un siglo desde entonces ¿cuánto ha cambiado la situación?
R // Sin dudaha cambiado, aunque sigan pesando algunas cosas en la doble moral de nuestro país. Al parecer ni el arte, ni la música, ni mucho menosla poesíason mal vistos. Por el contrario, en muchos casos, es de buen gusto “ser” un artista, “ser” un poeta.Es casi un título de nobleza, algo que te distingue de los demás, un pequeño reflector, una moda. Pero, ¿tenemos conciencia de lo que ser un poeta, un artista, un músico, un actor significa? Creo que no, y en ese sentido, porque nos falta rigor, porque nos falta una mirada lúcida sobre lo que hacemos, sobre lo que hacen nuestros creadores, es que seguimos patinando en una vergüenza todavía mayor,una vergüenza que no se reconoce como tal (no está bien mirarse a sí mismo), que se oculta con el flash de la cámara fotográfica, una vergüenza que busca solaz en la medianía, en el discurso aparente de la aparente sencillez, de la claridad y el desenfado. Una vergüenza amañada que exhibe sin pudor el objeto de su escándalo. No. No hemos entendido el papel verdadero del artista en nuestro medio. No hemos entendido que, lejos de ser el “detalle curioso” de la fiesta, de la actividad social y cultural, el poeta es la voz que nombra lo imposible, digno y bello quehay en el hombre, la furia de su verdadera naturaleza, el secreto de su antigüedad. Pero quizá preguntabas por el género… Bueno, la fibra que tocaste supera ese concepto. Es mucho más honda esa pregunta, es mucho más compleja y dolorosa.
¿Has encontrado algún tipo de reticencia, directa o indirecta, por el hecho de ser mujer?
R // Ninguna.
¿Encuentras algunas estéticas o temáticas comunes entre las poetas del país y la ciudad?
R // Siempre me gusta reconocer en mi escritura las voces de otros que vinieron antes de mí, que dijeron y callaron y temieron. Hay muchas y de timbres tan distintos que no se podrían sospechar. Todas ellas hacen su trabajo en mí, abren unoficio de creación, de re-creación… Me ayudan a encontrar mis propios ritmos, me invitan. Es como una danza.
Además de la inserción a la poesía y la literatura, ¿cómo ves la inserción de las mujeres en la vida intelectual de Medellín?
R // Creo que han logrado abrirse camino.Tienen, de alguna forma, lo que han buscado. Y si me excluyo es porque no he jugado en ese bando de segregación. Soy una persona. Alguien que piensa y siente. Como todos. Alguien que hace lo que puede. Como todos. La lucha de sexos no es la mía. Si yo hubiese vivido en el siglo XVIme hubiera comportado de la misma forma. Pero en ese entonces, me dirán, si te hubieses comportado como lo haces ahora, con tus búsquedas y tus sentidos, el fin habría sido otro. No lo dudo, y agradezco que ya no existan las tenazas ni el potro ni la hoguera. Sin embargo, las mujeres de hoy corremos otros riesgos, otros peligros, siendo el mayor de todos olvidar la Noche y sus misterios.
En general, ¿cómo ves las ganancias sociales, intelectuales, económicas, artísticas de las mujeres en nuestra ciudad?
R // Creo, en general, que hay pocas ganancias sociales, intelectuales, económicas y artísticas en nuestra ciudad… Cuando las hay es porque alguien se las ha procurado a pulso, resistiendo. Una golondrina no hace verano, dicen. Falta que creamos más en nuestras posibilidades y que les demos un tratamiento menos superficial, más profundo y riguroso.
Existe un “mito” y es que la literatura o poesía de mujereses principalmente consumida por otras mujeres, ¿te sucede, te preocupa, a qué se lo atribuyes?
R // No, no me preocupa, no me sucede, no se lo atribuyo a nada, no creo que suceda. Hay empatías y desencuentros.Como hace siglos en la literatura, en el arte. Es todo.Y es una de las muchas situaciones que no se pueden medir estadísticamente. Tú lo llamas “mito” y es más hermoso. Uno se siente tentado a investigar, a mirar con atención este fenómeno. Pero no. Esa idease ha difundido mediante las estadísticas que tanto y tanto nos gustan. Todo traducido a cifras, a géneros. División.División. División.
¿Crees que hay algunas temáticas que se esperan de las mujeres poetas como erotismo e intimismo?, ¿qué opinas al respecto?
R // Sí, creo que hay un prejuicio en la manera de percibir la poesía escrita por mujeres. Y lo hay porque acaso, durante mucho tiempo, estos temas parecían ser la única fibra que las mujeres, tentadas por un raro concepto de delicadeza y desensualidad, se atrevieron a nombrar. Pero hubo otras que hablaron de lo que tenían en su alma y alrededor de sus cuerpos. Y todavía las recordamos. Creo que quienes esperan esto de la poesía escrita por mujeres esperan mucho menos de la poesía a secas… Hay que revaluar muchas cosas, y casi reinventarlas, como exigía Rimbaud. Particularmente estoy cansada de que reduzcamos la poesía (y la literatura toda) al eje temático, que sin bien es importante, no aplica en todos los casos. La poesía es una cuerda invisible que nos sostiene y nos arrebata del suelo sin saber, casi nunca,a qué árbol se encuentra amarrada.
Ciudad
¿Cómo recuerdas la Medellín de tus primeros años?
R // La ciudad era un horizonte de cielo, luces y penumbras que yo podía mirar desde las escalas del solar de mi casa. Lejana, silenciosa y humeante, trataba de imaginarla en cada uno de sus rincones: qué harán allí, qué juegos rodarán por esas calles, qué tiendas llenas de dulces y objetos extraños, quién estará muriendo…Así pasaba horas y horas, mezcla de éxtasis y temor. Cuando salía con mis padres, era distinto. Yo era parte del juego. Y así caminaba, prestando mucha atención a todo lo que veía y oía: letreros, rostros, gestos, gritos, risas… No preguntaba. Imaginaba. Trataba de comprenderlos con mis pocos elementos de realidad. Eran figuras que yo adhería a mi álbum personal. Los guardaba como un raro tesoro para mis horas de letargo, cuando la tarde caía y la casa se ponía oscura. Mi madre en su máquina de coser, los grillos abriendo sus cantos a la noche. Las noticias del horror llegaban desde lejos. De alguna forma no me tocaban. Yo estaba dentro de mi casa y bajo la mirada de las cosas que yo miraba y soñaba. Era como escuchar rugir un león hambriento detrás de los barrotes de su jaula. Después… Después sería distinto…
¿Qué influencia ha tenido en tu literatura?
R // Toda la que una ciudad fuerte como esta, contradictoria y amable, puede ejercer sobre una persona que la habite con sus cinco sentidos. Sin embargo, no es un “tema” en mi escritura. Si la adviertes, será como en un sueño. Una presencia que no puedes seguir porque se diluye, una presencia que, no obstante, empaña con su respiración cada una de las realidades que nombro.
¿Cómo sobrevive y vive un escritor en Medellín?
R // Como lo hacemos todos, quizá. Se vive y se sobrevive a cada instante. Unos con más dificultades que otros, pero siempre igual, siempre la rueda nos pone arriba y abajo. Creo que vivimos por fatalidad, pero sobrevivimos por convicción, por esa rara conciencia de que una palabra, una idea, un amor dan sentido a lo que hacemos. Sobrevivir, y sobrevivir en Medellín, es, como lo dijo Borges, un acto de fe.
¿Cómo ves la Medellín de hoy para la poesía?
R // A la poesía todo le interesa. Desde lo más pequeño hasta lo impronunciable. Su hierba florece entre los muros, los derriba o fortalece según le dicte su conciencia. Medellín, como todas las ciudades del mundo, tiene su misterio, su tiempo, su atmósfera. No depende de ella, depende de nosotros.




La escritora y periodista Pilar Lozano de visita en el Taller Rayuela

La escritora y periodista Pilar Lozano de visita en el Taller Rayuela
El pasado 11 y 12 de noviembre estuvo realizando un taller de Crónica y Relato la escritora Pilar Lozano quien además hablo de su libro por los Caminos del Cielo un libro histórico sobre los inicios de la aviación en Colombia

Carlos Arnulfo Arias escritor Cúcuteño presentó su más reciente obra.

Carlos Arnulfo Arias escritor Cúcuteño presentó su más reciente obra.
Con apoyo del taller Rayuela, Carlos Arnulfo Arias presentó su libro Árbol Talado y Brevario del despojo obra gráfica y poética.

EDGAR TREJOS-visita de escritor asociado 23 y 24 de septiembre en Pamplona

EDGAR  TREJOS-visita de escritor asociado 23 y 24 de septiembre en  Pamplona
Escritor y poeta nacido en Riosucio, Caldas, Colombia. Ha publicado los libros “LA CASA DEL FRIO” (poemas), “ALAS PARA LA NOCHE” (poemas), “FOGATAS PARA UNA INFANCIA FELIZ” (poemas infantiles), “SUEÑO PARA OLVIDAR” (cuentos). Es Docente de los talleres de creación literaria en la Universidad Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid y la Casa de la Cultura de Envigado. Integrante de la Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob, Jurado del premio nacional de poesía Porfirio Barba Jacob, codirector de la revista de poesía POETICA, miembro del comité de redacción de la revista literaria Arcades de la casa de la cultura de San Antonio de Prado y Miembro activo de la red nacional de talleres de escritura creativa Relata en el presente año.

Taller de escritura creativa en la feria del Libro de Cúcuta 2011

Taller de escritura creativa en la feria del Libro de Cúcuta 2011

Fernando Soto Aparicio

Fernando Soto Aparicio
El escritor colombiano Fernando Soto Aparicio cerró la feria del libro de Cúcuta con una charla sobre Procesos de investigación para escribir sus novelas, un interesante y nutrido conversatorio sobre sus experiencias al escribir una novela y como la investigación hace parte del proceso creativo.

El escritor Luis Fernando Macías en el taller Relata Pamplona

El escritor Luis Fernando Macías en el taller Relata Pamplona
Memoria Grafica. 20 de agosto
El escritor y docente de la Universidad de Antioquia visitó el taller de escritura creativa Relata de Pamplona, en compañia del también escritor Manuel Iván Urbina quien a su vez es director de Relata Cúcuta. La visita al taller consistió en una charla con los integrantes del taller y algunos visitantes sobre el proceso de creación poética principalmente. Dentro de los temas que se analizaron estuvieron la importancia de la corrección, las influencias literarias y la lectura como parte de la creación.

Contamos también con la presencia de Uriel Navarro coordinador de la red Relata zona oriente.

Contamos también con la presencia de Uriel Navarro coordinador de la red Relata zona oriente.

¿Cuál de los siguientes libros te gustaría discutir este semestre?

TALLER

TALLER

¿Es usted un escritor en ciernes?

Leandro Loaiza Largo


http:// leoloaiza.wordpress.com




¿Es usted un escritor en ciernes?

1. ¿Se emborracha y escribe garabatos en un cuaderno?
2. ¿Se avergüenza al otro día de esos garabatos?
3. ¿Está enamorado de Amarilla?
4. ¿Se ha imaginado cómo sería una película o una obra de teatro basada en Opio en las nubes?
5. ¿Escribe poemas con rima pero sin métrica?
6. ¿Le ha escrito un poema o un cuento a las putas, pero nunca ha estado con una?
7. ¿Quiere publicar un libro, así tenga que pagarlo con su propio dinero?
8. ¿Se quiere morir a los 25 como Caicedo?
9. ¿Ya perdió la cuenta de cuántas veces ha visto El lado oscuro del corazón?
10. ¿El lado oscuro del corazón 2 le parece muy buena?
11. ¿Se cree pos-nadaísta, neo-nadaísta, supra-nadaísta?
12. ¿Si le sugieren una corrección de sus textos se ofende, o no presta atención?
13. ¿Corrige los textos de sus amigos?
14. ¿Cuándo se bloquea para escribir, escucha el cidí del tributo a Pablo Neruda?
15. ¿Cuándo lee en público dice “el siguiente poema no tiene título”?
16. ¿Está escribiendo una novela posmoderna sobre la vida nocturna de su ciudad?
17. ¿No ha pasado del primer capítulo?
18. ¿Tiene un blog y un contador de entradas?
19. ¿A veces siente que ha perdido la inspiración?
20. ¿Encuentra la inspiración cuando está deprimido?
21. ¿Después de leer a Efraím Medina quiso escribir una historia sobre un artista fracasado?
22. ¿Le parece que los que ganan en los concursos literarios no son tan buenos como usted?
23. ¿Considera que “La oquedad de tu ausencia” es un buen título para un libro?
24. ¿Ha escrito versos como “el infinito abismo de tu mirada”, “quiero beberte como el vino”, “solo con mi soledad” o “me arrastran ríos de asfalto que no me llevan a ninguna parte”?
25. ¿Escribe con seudónimo?
26. ¿Su seudónimo tiene un nombre o un apellido extranjeros?
27. ¿En sus textos usted siempre es un vampiro, un gato, una mariposa o un hada?
28. ¿Ha publicado en Kadáber Exquizito?
29. ¿Ha escrito varias veces y nada que lo publican en la revista de los Juegos Florales?
30. ¿Le parece que el Papel Salmón es clasista?
31. ¿Quiere algún día vivir de la literatura?
32. ¿Sus amigas le dicen que sus textos son “bonitos”?
33. ¿Ha participado en más de tres antologías de poesía, y aún no ha publicado su primer libro?
34. ¿Ilustraría la portada de su primer libro con una foto de usted mismo mirando a lontananza?
35. ¿Aún no sabe de de algún escritor que lo odie visceralmente, que trate de destruirlo a cada oportunidad, o que le mande libelos?
36. ¿Cuando le piden textos para alguna publicación, los envía en manuscritos?
37. ¿No tiene copia de sus textos digitados?
38. ¿Menciona en su biografía el nombre del colegio donde estudió, o el de sus papás?
39. ¿Detesta a Gabriel García Márquez?
40. ¿Jamás se le ha pasado por la cabeza leer el libro de Ingrid Betancur?
41. ¿Se leyó sólo la mitad del Quijote?
42. ¿Se sabe de memoria el capítulo 7 de Rayuela y se lo recita a sus novias?
43. ¿Está buscando una mujer que sepa volar?
44. ¿Todos los personajes principales de sus cuentos terminan muertos, o asesinan a alguien?
45. ¿Alguna vez le preguntaron por Miguel Hernández y usted respondió que no tenía el gusto?
46. ¿Tiene una edición bilingüe de Las flores del mal, y considera que es un libro oscuro y perverso, así como es usted?
47. ¿Cree en la originalidad?
48. ¿Ha leído un libro que se llama A mí que me esculquen?
49. ¿Sabe que Daniel Samper hijo no es el autor del libro del que estoy imitando este cuestionario?
50. ¿Leer este cuestionario le ofende y sospecha que quien lo escribió debe ser un fracasado, un resentido, o simplemente, otro escritor en pañales?