El robo

Por: Hugo Mira.

Julián ya es tarde, ha salido todo mal. Maldita sea Julián, maldita sea. Cuatro meses planeando esto, y ahora mírame, encerrado en este edificio de mierda que lo está consumiendo el fuego. Llegamos al octavo piso y no había pasado media hora cuando escuchamos una explosión que provenía del séptimo, cuando quisimos ir a ver qué estaba sucediendo el fuego entraba por todas partes. Javier se quedó abajo luego de desactivar las alarmas pero ahora para qué putas nos sirve eso; qué más alarma que este edificio en llamas. Ya debe de estar la policía afuera, seguro llegó primero que los bomberos Julián. Tendría que haberle hecho caso a tu madre que me dijo que robar un Viernes Santo era pecado. Yo pensé que eran pendejadas de ella, pero mirá Julián, de esta no salgo. Qué más infierno que estas llamas que me chamuscan el pelo. Este puto Dios es vengativo Julián, no deja pasar una. 

Espero que te hagas cargo de la casa y que cuides a tu madre. No seas tan terco como yo y ponete a estudiar. Mirá los hijos de doña Carmenza, el hijo es ingeniero y la hija médica; y si vio, se la llevaron a vivir a Laureles a una unidad cerrada. Hacé algo por la vieja, no le saqués más canas güevón y acompañala a misa, mirá que lo que dice se cumple.

Mierda, se me está quemando esta hoja.

Retrato difuso

Por: Anayansi Ló.Ma.

Hay personas que ocasionalmente ocupan un espacio en nuestra almohada,

aunque a tientas no encontremos nada, están allí, sueltan de sus brazos nuestro

pecho con el primer aviso del amanecer. Personas que no supieron o pudieron

despedirse, que su nombre flota en el aire sin tocar jamás el suelo.

A veces son amores ya distantes, otras son las personas de nuestras vidas,

amistades juradas, nuestro canto de sirena. Esencias que en días nublados

se recuestan en el suelo, a un lado, sin decirnos nada, allí están.

En mi mente la nostalgia suena como una caja musical de donde se desprende "Love story" de Beethoven. Esa es la melodía de mi infancia, de los días en que perdí una parte de Fabian.

Me recuerdo corriendo entre campos de flores para llegar a su puerta. Allí estoy, ataviada como la pequeña muñeca de mi madre, impaciente de que él aparezca y preguntar entonces si quiere jugar. Una palabra detonaba mi felicidad.

No creo haber pensado ni un momento en la palabra amor mientras miraba su risa la primera y última vez que tocó la guitarra, en nosotros corriendo tras los gatos.Fue años después cuando supe que el primer amor era él, que anhelo y frustración su pérdida.

Cuando él murió, supe por primera vez, a los 6 años lo que era la soledad, lo que arrebataba la palabra muerte y como golpea el recuerdo una fotografía.

Durante 22 años he querido despedirme, encontrarme de frente con los ojos que ya no recuerdo pero que apenan mi memoria. He tapado cientos de dibujos donde intento retratar aquel niño eterno que tocó mi vida para siempre, cuyo recuerdo el tiempo no ha podido arrojar. Durante años no pronuncié su nombre, nadie sabía que mi corazón abriga un fantasma de ojos del color de la miel.

Mi primer amor.