Texto de la semana en Rayuela

EMBRUJO

Como un títere al empalmar la voluntad en el frasco de mimbre y percibir recuerdos. Baila un espectro sombrío  en esos espejos podridos, así disfrazan la vida quienes cuelgan de un hilo, caer de allí muerde la compasión, ataca los órganos y los sentidos. Carcomen la razón.  Se hacen los monstruos  al hablar del amor. Bajan los ánimos, el orgullo y hace esclavo al corazón. En la aurora se ven nombres cuando al alba viene, llaman a la muerte y así  mismo  embruja un primer dolor.

SERGIO ANDRÉS GALVIS ZAPATA.

Autor recomendado en Rayuela.

Miradas silenciosas

El roce de las miradas, de los pasos, de las sombras, del ser, de ella, de él.

Entre cientos de miradas, algunas se encuentran, configurando el lenguaje de sí mismos. Es en ese lenguaje donde se entienden las manos, la piel, los labios, la poesía que se crea en la sonrisa, en la piel erizada justo en el momento en que sus manos juegan coquetas sobre el lienzo, sobre el papel, donde se escribirían y dibujarían poesía.

El viaje de miradas en aquel parque y el sin fin de sonrisas omitidas por aquella hermosa y solitaria joven, en ese lugar cubierto y sobre-bordado de miles de ojos andantes y una que otra falsa e hipócrita alargada de labios. Ella acobijada de la noche, de las estrellas, de la luna, envuelta en una amarga y delirante soledad. El acobijado por las mismas cosas, pero envuelto de un pobre silencio abrumador oculto en lo profundo de su alma y en el bullicio de los ojos; esos lenguajes desconocidos para el suyo.

Entre miradas amargas, dulces, miradas secas, frías, miradas de miradas, miradas fotocopiadas y todo aquel estacionamiento de dichas, una mirada solitaria y otra mirada silenciosa se avistaron entre la multitud durante unos segundos; allí, crearon su propio lenguaje. Él siguió su camino, ella quedó ahí, solitaria, el lenguaje de sus miradas silenciosas los marcó, pero sólo quedó en eso, no se creó, ni se dibujó poesía en sus pieles. El silencio ganó.

Yeiser Jimenez.

Texto seleccionado de la semana.

Todos moriremos algún día. Eso es una verdad y ley inexorable. El problema radica es esperarla, en esa espera desesperante y agobiante. Yo por mi parte prefiero elegir, no dudar saltar o dispararme.

Muchos he visto por ahí, orgullosos  de su vida, se creen eternos, personas conformistas y resignadas a una muerte lenta y asfixiante. Morimos día a día y porque no creer que ya estamos muertos.

He visto quienes le temen y se excusan en cualquier pasatiempo para eludir ese temor, ¿saben?, eso es blasfemia, ignorar a la muerte ¡ja!.Qué necia noción. Deberán sucumbir y entregarse como súbditos glorificados de un estadio del ser inalcanzable para aquellos que luchan en vano contra ella.

Morir es una voluntad  de resignación, de elevación espiritual y somática, el cuerpo no sufre y el alma no se recrimina. 

Todos moriremos algún día y para aquellos que no crean en la eterna muerte, atrévanse a vivir para siempre. ¿Qué más ingenio y osadía que adelantarse con la propia muerte al a muerte misma?

                                                                                                                          ALVARO JAIMES (ALJAHE).

        

VISITA DEL ESCRITOR RAFAEL AGUIRRE AL TALLER RAYUELA DE PAMPLONA

Rafael Aguirre escritor de la ciudad de Itagüí-Antioqua visitó el pasado fin de semana el Taller Rayuela Pamplona, con el fin de realizar un taller de cuento enfocado también al cuento corto, minicuentos, minificciones y cuento atómico claro sin hacer una diferencia entre unos y otros pero si enfocado a creación y al despertar de nuestra imaginación como él mismo lo diría como a las capas de una cebolla. 

Compartió además una conferencia sobre el Goce del cuento donde habló de sus experiencias a través de la literatura, de como se concibe una historia y de como se puede crear a partir de nuestro contexto como por ejemplo historias de barrio título de su primer libro.

Las instituciones educativas hicieron parte de esta jornada literaria como el Cambridge School y el Instituto Intelcoc. 

EL CUENTO DE MI CUENTO

 

Por: Rafael Aguirre Sepúlveda

 

Ella no era tan niña ni tan inocente, había cumplido quince años. Mi temperamento siempre es el mismo: feroz y astuto, aunque no más que los humanos. Aquel día no necesité de fierezas ni artimañas. Bajo el pretexto de haber llegado a la edad en que podía probarse como mujer, se vistió una caperuza roja, color que su abuela consideró escandaloso, se internó en el bosque deseando encontrarse conmigo y me encontró.

Algunos rasguños y mordiscos recibió en su cuerpo virginal, nada graves, más bien simbólicos y propios de mi naturaleza; la sal del cuento es que a ella le encantó. Nuestro repertorio amoroso es rico en sensaciones, le fascinan mis colmillos, mi pelaje, mis aullidos a media noche y mis orejas grandes.

No requiero de muchas palabras para contar mi verdadera historia. Dicen que me la comí junto con su abuela. Lo que pasa es que... bueno, ustedes comprenden... Ese bendito verbo comer tiene sus connotaciones, me lo achacaron literalmente y el asunto terminó como un cuento infantil.