Jorge Andrés Monroy Quintero
Nació en Pamplona el 27 de febrero de 1984. Fue miembro y coordinador del proyecto cultural camaleón en la ciudad de Pamplona financiado por la fundación Restrepo Barco y la casa editorial El Tiempo entre 1999 y 2001. Hizo parte del proyecto comunicativo EXPRESIÓN de la universidad de Pamplona, facultad de comunicación social, publicando algunos artículos sobre literatura latinoamericana entre el 2002 y el 2003. Ponente en el primer festival de literatura de la ciudad de Pamplona que se llevó a cabo en mayo de 2007 por RAYUELA, auspiciado por el instituto de cultura y turismo, con el trabajo “la mujer y lo femenino en la poesía y los cuentos de Julio Cortázar”. Actualmente realizaba su tesis de grado para obtener el titulo de Historiador en la Universidad Industrial de Santander. Murió en agosto de 2014.
UTOPÍA
Moderna liturgia de luces y ruidos.
La ciudad está vacía.
Las palomas vuelan bajo y no defecan las estatuas.
No hay mendigos hambrientos,
No hay perros desamparados,
No hay ladrones camuflados en la sombra.
La ciudad se ha vuelto blanca.
Han deshojado los muros,
Han borrado los graffitis.
Los policías quieren suicidarse a macanazos
Y los periódicos inventan noticias
Sobre violaciones, y accidentes, y desfalcos.
Nadie supo cuando la ciudad se fue quedando ciega,
Y los árboles sin brazos,
Y la noche sin vampiros,
No se supo cuando sucumbieron las rameras.
Las casas parecen habitadas pero nadie sabe,
Las fábricas parecen funcionar, pero nadie sabe,
Dicen que en la universidad hay estudiantes,
De eso nadie sabe.
Bibliotecas y cementerios huelen igual.
Nadie cuenta lo que pasa
Porque nada pasa ni cuenta.
La ciudad está vacía
Y los que la habitan
Son felices muertos.
Te apareces así, calladamente
Y contigo las dudas, poco a poco
Yo no puedo mentir, tienes mi mente
Y mi mente parece la de un loco
Que pretende ingresar en tus pupilas
Que se piensa el autor de tus enojos
Que no encuentra razón más que tus ojos
Para darte el amor, la sal, la vida.
Pero no te preocupes, niño de oro
Porque nada será sin que lo exijas
Y si no exiges nada por decoro
Seré yo quien vulnere las rendijas
Y te busque, y te encuentre, y te persiga
Y te mire y te diga: niño de oro
Yo te obsequio mi piel, morena y fina
Pero a cambio me quedo con tus ojos.
IRSE
A Juan José
Cuando amanece y te vas
Dejas atrás la puerta abierta
La sabana desordenada
Los sueños.
Yo se que habrá otra vez
Y otra más, y otra
Que no alcanzará el tiempo
Para decirnos amor,
Y hacerlo.
Pero
Cuando amanece y te vas
Sin retar la costumbre del inveterado adiós
Preámbulo fugaz de la distancia
Yo renuncio a tus rastros
Tus vestigios
Porque no alcanzarán para inventarte
Cuando amanezca y te vayas
Y no vuelvas.
Hay rastros de algo que no vi
Sobre el hombro de alguien que no soy
Hay palabras de angustia que no he dicho
Hay el llanto de un niño de otro tiempo
Una cama por alguien ocupada
Dos colillas rodando en el espejo
Una bota de cuero maltratado
Una carta ilegible humedecida
Con el líquido rojo de la vida
Una flor sin colores esperando
Dos centímetros cúbicos de agua.
Hoy dolió ver la tarde
Entretenida
Larga y simple
Lamiendo tristemente
Los pedazos
De ave y de sombra
La salud maltratada de los otros
Los que ya no sueñan
El sueño del pan que se multiplica.
¡Por Dios!
¡Cuántas bocas que no sobran en la arena
Se han cerrado sin abrirse!.
CADÁVER DE UN SUEÑO
No cabía la sílaba del horror
En la palabra azul que se leía
Detrás de la poca sangre
Seca sobre el cuerpo.