Colección
Casa 1
Sombra de marañón
carrera delirante
para atrapar a Azabache
murciélago jugando a ser fruta
rodillas sangrantes
corriente eléctrica en sinapsis
a través del metal
venta de pegatinas
de 10 y 5 pesos
todo el inventario de infancia
tesoro humilde
el que nunca se cuenta
como una gran hazaña
pero tal vez el único
que vale la pena recordar.
Casa 2
Después de la huida
caímos de un árbol a otro.
Este tenía la altura de una gran mansión
pero de paredes rotas,
techos que no guarecían
habitaciones del tamaño de
un agujero
y una escalera de caracol
que solo dejaba pasar los pequeños pensamientos.
De cuando en vez
el gigante nos arrojaba
tantos frutos que lo inundaba todo
ríos verdes, bolsas llenas
hordas inclementes trepaban por los techos
rompían el cristal
y hacían que la niña temblara
detrás de la madre embarazada.
Entonces aprendimos del miedo a las masas,
a los ruidos que vienen del cielo
-siempre señal de desastre-
y aprendimos también
el arte de perder
una y otra vez
señal ineludible
de quien huye
de su propio pasado.
Casa 3
En las noches
a través de los caminos
éramos sierpes
navegando entre pastos interminables
cuerpos contiguos
en el miedo
y la penumbra
bajo el cielo rojo
de los pinos agitados.
El agua,
era la consigna
avanzar,
el camino sin retorno
pero los exiliados
saben que no existe
la gloria
y el perro nocturno no sabe
del horror que habita dentro
delata los pies presurosos
y cierne la incertidumbre
como una nube pesada
que se precipita
para empaparnos
para recordamos que no existe
agua para esta sed.
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Letras en Fuga, 9 de mayo 20202