¿Cuáles fueron tus primeros contactos con la literatura y con la poesía, específicamente?
R // Comencé a leer desdemuy pequeña. Mis hermanos mayores tenían una hermosa inclinación por el arte y había buenos libros en casa, buena música, una atmósfera propicia para el encuentro con la literatura y la poesía. Wilde, Poe, Stevenson, Carroll, Maupassant y toda la literatura fantástica, creadora de mitologías y otras realidades. Yo estaba absorta en esa luz. En consecuencia, quise unirme a esas voces, hacer mis propias preguntas, crear mi propio aire y un tiempo infinito, abierto, secreto.
¿Cuáles fueron esas primeras influencias poéticas y esas primeras lecturas, qué recuerdas?
R // Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo fueron sin duda un cultivo de presencias y grandes hallazgos. Las imágenes, el gusto por la palabra que había en estos autores. El asombro, la paciencia con la que se contemplaba el mundo. La belleza, el silencio, la palabra que nos miraba a los ojos y preguntaba lo esencial, aquello por lo que hubiésemos dado la vida, el horizonte, el tiempo. Y estaba la tensión, esa virtud que tienen las palabras cuando uno recién las descubre. Ese hilo transparente que lo envolvía todo y lo hacía vibrar en el aire.
¿Cuándo llego a ti“la consciencia” de ser una poeta?
R // Esa “consciencia” es un fruto difícil. En el momento mismo en el que escribes una palabra tras otra por necesidad, sabes que la vida te ha cambiado. Sabes que no sabes y que por eso mismo tienes que seguir. Sabes que la palabra es el aire en el que te mueves, pero también un peso terrible, una honda responsabilidad. Cada día esa “consciencia” echa raíces más profundas, te conmueve más profundamente, te obliga a estar despierto, te interroga, te sacude. Y aun así, cuán lejos estamos de saber qué cosa es en verdad la poesía. Lo intuimos, pero nadie podría decir la última palabra.
¿Cuáles fueron tus primeras inquietudes poéticas, los primeros temas, las estéticas? ¿Cómo han cambiado o evolucionado a la actualidad?
R //Mis inquietudes han sido esencialmente las mismas desde el comienzo. No obstante han evolucionado, han ganado matices, señales, nuevas preguntas. He tratado, como lo exige Roberto Juarroz, de emprender un camino vertical, una búsqueda que se mueva en lo profundo, en las aguas del lenguaje y del silencio. No sé qué tanto haya logrado, pero la consigna es permanecer, no cerrar los ojos ni el oído. Pero claro, hay “temas” que yo abordé al principio y que quizá hoy hayan sido de algún modo superados. Y es porque para el poeta su entorno, sus circunstancias son definitivas aunque estas no se manifiesten de manera evidente en lo que escribe. El mundo cerrado de la infancia, el primer asombro, la primera urgencia de nombrar aquello que se ve, el mundo que nos rodea, su maravilla, su espanto. Todo está contenido en el pequeño bestiario de mi primer libro. Los insectos, las lecturas, la ausencia del amor sensual (lo que resulta contrario al común de las personas que se acercan por primera vez a la poesía), el miedo, las preguntas, las no respuestas, el sentirse vivir en un tiempo que no se corresponde con las texturas internas, con la corriente de las imágenes que nos asisten de manera desprevenida, inocente si se quiere.
¿Cómo se desarrolla la vida habitual de una mujer: la adolescencia, la adultez, el amor, el trabajo, cuando esa mujer es poeta? ¿Cómo “transversaliza” la poesía esa cotidianidad?
R // Es simple, en apariencia. Uno vive la vida de todos los días: ama, va al trabajo, se ocupa de las pequeñas cosas de siempre. Pero la poesía, sin duda, va dejando su huella en todo eso. Hay una manera distinta de afrontar el mundo, la realidad. Uno se da cuenta de que, acaso, las cosas sencillas se convierten en grandes retos, o, por el contrario, que la poesía nos reviste de una fortaleza mayor, capaz de asumir todos los riesgos.
¿Cuáles son los hallazgos, el sentido de la vida de un poeta?
R // Todo adquiere un sentido especial si se mira con los ojos limpios y exigentes de la poesía. Ninguna cosa carece de valor. El cielo es plenamente el cielo y siempre algo más. El aire, las personas que amamos, las palabras que pronunciamos se cargan de una realidad otra a la que respondemos según nuestra naturaleza íntima, según nuestros impulsos y nuestras búsquedas.
El símbolo, la noche, el silencio, la “palabra elusiva”, ¿cómo nos habla de esto tu obra?
R // La noche ha sido un símbolo poderoso desde siempre, lleno de pliegues y de largos pasadizos. Y uno está frente a ella, frente al silencio que se conjuga en ese no saber si el paso siguiente corresponde a un terreno firme, o si por el contrario nos depara un abismo. Tal vez, por esta razón, es la noche a la que los poetas y los artistas han invocado desde antiguo. Como la poesía, la noche es un estado del alma. No sabemos a dónde conduce, pero nos dejamos llevar y nos entregamos a sus oficios inciertos, terribles, pero también luminosos y llenos de correspondencias. Este es el sentido que yo encuentro en la noche, en su respiración constante, en su fuerza, en el diálogo secreto que nos propone y para el que afilamos las palabras, nuestras palabras, las de todos los días, las que tenemos miedo de pronunciar, las que tenemos miedo de callar. Pero también porque la noche nos une verdaderamente a lo que somos, a nuestra más íntima historia, a nuestro origen, al rostro que sólo se deja entrever cuando decimos esa “palabra elusiva” a la que te refieres, pero que no desdeña nada, que no vuelve la mirada y se arroja y tiembla y permanece.
Género
Meira del Mar, a principios del siglo pasado, escribió poesía escudada en un seudónimo. Era vergonzoso y censurable socialmente ser una poeta.Ha pasado casi un siglo desde entonces ¿cuánto ha cambiado la situación?
R // Sin dudaha cambiado, aunque sigan pesando algunas cosas en la doble moral de nuestro país. Al parecer ni el arte, ni la música, ni mucho menosla poesíason mal vistos. Por el contrario, en muchos casos, es de buen gusto “ser” un artista, “ser” un poeta.Es casi un título de nobleza, algo que te distingue de los demás, un pequeño reflector, una moda. Pero, ¿tenemos conciencia de lo que ser un poeta, un artista, un músico, un actor significa? Creo que no, y en ese sentido, porque nos falta rigor, porque nos falta una mirada lúcida sobre lo que hacemos, sobre lo que hacen nuestros creadores, es que seguimos patinando en una vergüenza todavía mayor,una vergüenza que no se reconoce como tal (no está bien mirarse a sí mismo), que se oculta con el flash de la cámara fotográfica, una vergüenza que busca solaz en la medianía, en el discurso aparente de la aparente sencillez, de la claridad y el desenfado. Una vergüenza amañada que exhibe sin pudor el objeto de su escándalo. No. No hemos entendido el papel verdadero del artista en nuestro medio. No hemos entendido que, lejos de ser el “detalle curioso” de la fiesta, de la actividad social y cultural, el poeta es la voz que nombra lo imposible, digno y bello quehay en el hombre, la furia de su verdadera naturaleza, el secreto de su antigüedad. Pero quizá preguntabas por el género… Bueno, la fibra que tocaste supera ese concepto. Es mucho más honda esa pregunta, es mucho más compleja y dolorosa.
¿Has encontrado algún tipo de reticencia, directa o indirecta, por el hecho de ser mujer?
R // Ninguna.
¿Encuentras algunas estéticas o temáticas comunes entre las poetas del país y la ciudad?
R // Siempre me gusta reconocer en mi escritura las voces de otros que vinieron antes de mí, que dijeron y callaron y temieron. Hay muchas y de timbres tan distintos que no se podrían sospechar. Todas ellas hacen su trabajo en mí, abren unoficio de creación, de re-creación… Me ayudan a encontrar mis propios ritmos, me invitan. Es como una danza.
Además de la inserción a la poesía y la literatura, ¿cómo ves la inserción de las mujeres en la vida intelectual de Medellín?
R // Creo que han logrado abrirse camino.Tienen, de alguna forma, lo que han buscado. Y si me excluyo es porque no he jugado en ese bando de segregación. Soy una persona. Alguien que piensa y siente. Como todos. Alguien que hace lo que puede. Como todos. La lucha de sexos no es la mía. Si yo hubiese vivido en el siglo XVIme hubiera comportado de la misma forma. Pero en ese entonces, me dirán, si te hubieses comportado como lo haces ahora, con tus búsquedas y tus sentidos, el fin habría sido otro. No lo dudo, y agradezco que ya no existan las tenazas ni el potro ni la hoguera. Sin embargo, las mujeres de hoy corremos otros riesgos, otros peligros, siendo el mayor de todos olvidar la Noche y sus misterios.
En general, ¿cómo ves las ganancias sociales, intelectuales, económicas, artísticas de las mujeres en nuestra ciudad?
R // Creo, en general, que hay pocas ganancias sociales, intelectuales, económicas y artísticas en nuestra ciudad… Cuando las hay es porque alguien se las ha procurado a pulso, resistiendo. Una golondrina no hace verano, dicen. Falta que creamos más en nuestras posibilidades y que les demos un tratamiento menos superficial, más profundo y riguroso.
Existe un “mito” y es que la literatura o poesía de mujereses principalmente consumida por otras mujeres, ¿te sucede, te preocupa, a qué se lo atribuyes?
R // No, no me preocupa, no me sucede, no se lo atribuyo a nada, no creo que suceda. Hay empatías y desencuentros.Como hace siglos en la literatura, en el arte. Es todo.Y es una de las muchas situaciones que no se pueden medir estadísticamente. Tú lo llamas “mito” y es más hermoso. Uno se siente tentado a investigar, a mirar con atención este fenómeno. Pero no. Esa idease ha difundido mediante las estadísticas que tanto y tanto nos gustan. Todo traducido a cifras, a géneros. División.División. División.
¿Crees que hay algunas temáticas que se esperan de las mujeres poetas como erotismo e intimismo?, ¿qué opinas al respecto?
R // Sí, creo que hay un prejuicio en la manera de percibir la poesía escrita por mujeres. Y lo hay porque acaso, durante mucho tiempo, estos temas parecían ser la única fibra que las mujeres, tentadas por un raro concepto de delicadeza y desensualidad, se atrevieron a nombrar. Pero hubo otras que hablaron de lo que tenían en su alma y alrededor de sus cuerpos. Y todavía las recordamos. Creo que quienes esperan esto de la poesía escrita por mujeres esperan mucho menos de la poesía a secas… Hay que revaluar muchas cosas, y casi reinventarlas, como exigía Rimbaud. Particularmente estoy cansada de que reduzcamos la poesía (y la literatura toda) al eje temático, que sin bien es importante, no aplica en todos los casos. La poesía es una cuerda invisible que nos sostiene y nos arrebata del suelo sin saber, casi nunca,a qué árbol se encuentra amarrada.
Ciudad
¿Cómo recuerdas la Medellín de tus primeros años?
R // La ciudad era un horizonte de cielo, luces y penumbras que yo podía mirar desde las escalas del solar de mi casa. Lejana, silenciosa y humeante, trataba de imaginarla en cada uno de sus rincones: qué harán allí, qué juegos rodarán por esas calles, qué tiendas llenas de dulces y objetos extraños, quién estará muriendo…Así pasaba horas y horas, mezcla de éxtasis y temor. Cuando salía con mis padres, era distinto. Yo era parte del juego. Y así caminaba, prestando mucha atención a todo lo que veía y oía: letreros, rostros, gestos, gritos, risas… No preguntaba. Imaginaba. Trataba de comprenderlos con mis pocos elementos de realidad. Eran figuras que yo adhería a mi álbum personal. Los guardaba como un raro tesoro para mis horas de letargo, cuando la tarde caía y la casa se ponía oscura. Mi madre en su máquina de coser, los grillos abriendo sus cantos a la noche. Las noticias del horror llegaban desde lejos. De alguna forma no me tocaban. Yo estaba dentro de mi casa y bajo la mirada de las cosas que yo miraba y soñaba. Era como escuchar rugir un león hambriento detrás de los barrotes de su jaula. Después… Después sería distinto…
¿Qué influencia ha tenido en tu literatura?
R // Toda la que una ciudad fuerte como esta, contradictoria y amable, puede ejercer sobre una persona que la habite con sus cinco sentidos. Sin embargo, no es un “tema” en mi escritura. Si la adviertes, será como en un sueño. Una presencia que no puedes seguir porque se diluye, una presencia que, no obstante, empaña con su respiración cada una de las realidades que nombro.
¿Cómo sobrevive y vive un escritor en Medellín?
R // Como lo hacemos todos, quizá. Se vive y se sobrevive a cada instante. Unos con más dificultades que otros, pero siempre igual, siempre la rueda nos pone arriba y abajo. Creo que vivimos por fatalidad, pero sobrevivimos por convicción, por esa rara conciencia de que una palabra, una idea, un amor dan sentido a lo que hacemos. Sobrevivir, y sobrevivir en Medellín, es, como lo dijo Borges, un acto de fe.
¿Cómo ves la Medellín de hoy para la poesía?
R // A la poesía todo le interesa. Desde lo más pequeño hasta lo impronunciable. Su hierba florece entre los muros, los derriba o fortalece según le dicte su conciencia. Medellín, como todas las ciudades del mundo, tiene su misterio, su tiempo, su atmósfera. No depende de ella, depende de nosotros.
